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Ceol de Wessex: Un Rey Muy Breve en la Crónica Sajona

丨 Retrato imaginario del Ceol de Wessex. IMAGEN MARVALEOD. Hola a todos. El día de hoy vamos a centrarnos en un personaje misterioso y poco documentado de la historia anglosajona: Ceol de Wessex . A diferencia de otros reyes de su tiempo, encontrar información sobre él ha resultado muy difícil, lo que convierte a este artículo en uno de los más breves de nuestro blog. ¿Quién fue Ceol? Ceol, también conocido como Ceola o Ceolric , es mencionado en dos fuentes clave: la Crónica anglosajona y la Lista genealógica y real de los sajones occidentales. Ambas lo presentan como rey de Wessex durante un período que oscila entre cinco y seis años. Dependiendo de la fuente, su reinado se habría desarrollado entre los años 592 y 597 , o entre 588 y 594 . ¿Existió realmente? La historicidad de Ceol ha sido cuestionada por varios historiadores, especialmente por David Dumville , quien subraya lo débil que es la evidencia documental sobre él. Ninguna de las fuentes que lo mencionan parece contemporán...

La Reliquia Boruca: Capítulo IV


8 de junio de 1896

 

Palacio Nacional, San José. Vuelta al presente.

 

            —Pues bien, el señor Davies quería presentarse personalmente, señor Presidente —retomó la conversación Don Juan.

            —Así es, señor Presidente —acotó el Ingeniero—. El Secretario de Estado, Richard Olney, me solicitó darle estos presentes y esta carta.

            —Agradezco los gestos, señor Davies —respondió Don Rafael—. Si no lo considera una ofensa, abriré los regalos y la carta ahora más tarde, en mi residencia. Consideramos una falta de respeto distraernos en otros asuntos cuando tenemos invitados. Por cierto, ¿Ya almorzó? —preguntó de modo atento.

            —No, la verdad no, señor —agregó un famélico Walter—. No tuve tiempo durante el viaje.

            —Perfecto. Entonces los invito a mi casa para almorzar y continuar la conversación, ¿les parece?

            Todos los presentes asentaron la invitación del Presidente excepto el Capitán Guardia, quién se abstuvo de contestar.

            —¿No nos acompaña, Capitán Guardia? —Preguntó el Ingeniero.

            —El Capitán Guardia se encuentra ocupado planeando los preparativos para la expedición que dará lugar próximamente —contestó Don Rafael.

            —Es cierto, Mayor Davies —agregó su respuesta el Capitán—. Después del almuerzo, pídale al cochero que lo lleve a mi residencia, lo voy a estar esperando como mi huésped.

            —Oh no, no. Agradezco su gesto, pero me quedaré en la Legación de mi país.

            —De ninguna manera, señor —replicó Guardia—. Debemos estudiar el itinerario de la misión. Además, la Legación estadounidense se encuentra en remodelación, por lo que sería muy incómodo para su descanso.

            —Acepte el gesto, señor Davies —interrumpió el Presidente—. El hogar del Capitán es una de las residencias más hermosas y lujosas que existen en la ciudad. Además, le hará bien estar acompañado por un compañero de armas.

            El Presidente se retiró del salón hablando al americano y al doctor sobre el progreso del país, su visita a la Reina Victoria y las empresas que poseía. En tanto, Don Juan se retrasaba un poco para tener unos minutos a solas con su primo.

            —Bernardo, deja el pasado atrás. Lo pido como un superior.

            Bernardo miró con afecto y aprecio a su familiar. Sabía que, al pedírselo como General y Secretario de Guerra, la respuesta sería un tanto sesgada.

            —Juan, más que nadie sabes que mi deber es ser fiel a la patria y dar el mayor de los respetos al Presidente; pero no me pidas que perdone a Rafael, por favor.

            —No quiero darte sermones. Bien sabes que Don Rafael te ama como si fueras un hermano —continuó Don Juan—. Lo que ocurrió fue una novatada en los juegos de la vida. Eres joven, Bernardo, pronto encontrarás el amor, y con él, el perdón. —finalizó.

 

Residencia Guardia, San José.

 

            Una vez finalizado el almuerzo y la extenuante reunión ejecutada en la residencia del Presidente, Walter Davies se retiró hasta el domicilio del Capitán Guardia para iniciar la planificación y entregar las órdenes emanadas por Don Rafael.

Con la luna ya en el cielo al llegar a la vivienda, Walter no podía distinguir su ubicación. La atmosfera de la capital, le ofrecía un panorama del cielo muy distinto al que acostumbraba en Alaska.

Al bajarse del carruaje, Walter se encontraba agotado por la reunión, pero al observar la casa, el cansancio fue sustituido por el asombro, quien súbitamente se apoderó de él.

Walter llevaba un concepto del hogar del Capitán por las advertencias del Presidente, pero su mente quedó corta ante tal edificación. La lujosa casa ubicada en lo que ahora es Barrio Tournón, en aquel entonces, era la construcción más atractiva de la zona.

El enorme inmueble fue realizado por encargo del propio Bernardo al arquitecto Nicolás Chavarría después de contemplar la construcción y detalles que realizó en el futuro Teatro Nacional.

En medio de los campos que se utilizaban para la siembra de café y maíz, la hermosa residencia de tres niveles, diseñada al mejor estilo neocolonial en concreto y color blanco, se levantaba sobre un pequeño montículo con un jardín exquisito, poblado por varios tipos de flores autóctonas. Para llegar hasta ella, se debían subir varios escalones de tres elevaciones distintas; al alcanzar el pórtico, se podía obtener un panorama único de toda la ciudad capital.

Frente a la puerta principal, un señor ya con la experiencia de los años reflejada en sus cabellos y con un atuendo sencillo, lo recibía.

—Buenas noches, bienvenido, señor —abrió la puerta Paquito, el administrador de la vivienda—. Don Bernardo lo espera, pase adelante.

—Gracias, es muy amable.

Walter Davies no dejaba de caer en el asombro cada vez que avanzaba en la propiedad y observaba la ostentosa vida que llevaba el Capitán del ejército. Aunque consideraba a primera vista que Bernardo Guardia era un hombre sencillo con varias similitudes a él, su estilo de vida no se podía medir.

—Mayor, bienvenido a mi casa —habló el Capitán en un tono elevado mientras bajaba las gradas que provenían del segundo nivel—, tome asiento, por favor.

—Creó que solicitaré un contrato en el Ejército de Costa Rica —respondió Walter con una expresión de asombro— ¿Cuánto gana un Mayor?

—El ejército paga bien —apuntó el Capitán—, pero no para tanto —repuso entre risas.

—Perdone mi atrevimiento, pero ¿Cómo es que mantiene esta vida? —preguntó Walter asombrado y sentándose en uno de los sofás.

—Soy hijo único. Además, he tenido suerte en los negocios —manifestó el Capitán—. ¡Paquito! tráele un delicioso café a nuestro invitado, por favor.

—Sí, Don Bernardo, de inmediato. —respondió un cansado Paquito— … No sé porque no lo puede servir él, ya estoy viejo y cansado, Paquito esto, Paquito lo otro… — alegó en vagos murmullos, mientras se dirigía a la cocina.

Bernardo no pensaba aburrir a su invitado hablando de su vida personal. Tampoco quería que su huésped creara la impresión de estar frente a un hombre acomodado, rico y orgulloso.

Pero la realidad no se podía ocultar.

—¿La casa se la dieron sus padres? —preguntó Walter interesado en conocer a su anfitrión.

—No quisiera aburrirlo con temas banales, Mayor Davies.

—No son temas banales, Capitán —replicó Walter—. Quisiera conocer un poco a mi nuevo compañero. Sabe que eso hacemos los soldados, conversar entre nosotros para confiar el uno al otro.

Walter quería que Bernardo entrara en confianza y se relajara. En la tarde, durante la presentación con Don Rafael, pudo notar un ambiente pesado que absorbió por completo el estado de ánimo que traía al recogerlo en la estación.

Ahora que debía compartir más tiempo con el Capitán costarricense, deseaba que la relación fuese cordial y amena.

—La casa es reciente, me mudé hace poco —contestó Bernardo, sentándose en el sofá que se encontraba al frente de Walter—. Mis padres fallecieron hace mucho.

—Don Rafael me comentó que su tío fue Presidente —agregó a la conversación Walter—. Me gustaría saber de ello.

—Para conocer esa historia, primero debe escuchar un poco más, si no le molesta. Mi abuelo, Don Rudesindo…

Apoyando los codos sobre sus piernas e inclinando el cuerpo levemente hacia el frente, el Mayor comenzó a mostrar interés por conocer el relato de su anfitrión.

 

Breve historia de la familia Guardia.

Desde su llegada al país, la familia Guardia siempre estuvo implicada en asuntos políticos, económicos y militares.

El abuelo de Bernardo, Don Rudesindo de la Guardia, encontrándose en la adolescencia, llegó a Costa Rica proveniente de Panamá.

Siendo aún joven, ingresó al servicio militar, alcanzando al final de su carrera el grado de Coronel. Por medio de los contactos y la fama obtenida durante la vida marcial, se le designó como gobernador en la provincia de Moracia, actual Guanacaste. Durante el éxito que obtuvo a lo largo de su vida, Don Rudesindo adquirió propiedades en Alajuela y Bagaces, mismas que utilizó para el cultivo de café, la ganadería y siembra de algodón.

La descendencia de Don Rudesindo no fue menos exitosa. Varios de sus hijos jugarían un papel importante en el desarrollo de la nación centroamericana.

Víctor, el mayor, llegaría a ser General del Ejército y Secretario de Estado; Tomás, el segundo, también ostentó el grado de General y fue Presidente de la República; Faustino, el tercero y padre de Bernardo, fue militar, aunque se decantó por los negocios de la familia; Miguel, llegó a ser Secretario de Estado, y Cristina, llegaría a ser Primera Dama de Costa Rica al casarse con el General Próspero Fernández.

            Faustino adquirió un amplio conocimiento del arte de la guerra por parte de sus experiencias en la campaña de mil ochocientos cincuenta y seis, de su padre y hermanos mayores, forjando una habilidad que lograría aplicar en los negocios de la familia. El bien llamado Midas Guardia, ensanchó ampliamente las arcas que de por sí ya poseía la estirpe oriunda de Panamá. Aunque amaba producir dinero, su pasión era la política. Deseaba convertirse en Presidente algún día.

Faustino aún no contaba con treinta años cuando se enamoró perdidamente de una joven llamada Regina Segura, a la cual desposó. Poco tiempo después del enlace, Regina quedó embarazada, pero su marido no pudo estar presente en el nacimiento de su hijo. Murió trágicamente aplastado por un tronco en la empresa dedicada al tratamiento de maderas que poseía en Bagaces, Guanacaste.

Al nacer Bernardo, su futuro económico se encontraba asegurado, pero la inestabilidad emocional de su madre al perder a su compañero de vida, sumado a la debilidad física que esto le ocasionó, hizo que el pequeño quedara huérfano siendo apenas un niño de seis años.

Su familia nunca lo abandonó. Bernardo fue criado en las propiedades de Alajuela, cambiando constantemente entre las residencias de sus tíos Víctor, Tomás y Cristina.

Desde niño, Bernardo amaba la sensación de estar en un sitio nuevo, no se encontraba a gusto en un mismo lugar. La manera de calmar estos deseos, fue por medio de constantes viajes entre Alajuela, San José y Bagaces.

            Llegado de West Point, el descendiente de Rudesindo de la Guardia, recibió por parte de sus tíos las propiedades y herencia que su padre le había dejado, mismas que se mantuvieron rentables y exitosas a lo largo de los años.

Como adulto, realizó inversiones en Inglaterra, Estados Unidos y Bélgica junto al ahora Presidente Yglesias, originando su acaudalada situación actual.

Aunque contaba con un apellido prestigioso, un alto patrimonio y amaba su estilo de vida, Bernardo no sentía un interés especial por la carrera política, ni se decantaba por la ambición y el poder.

Rasgos que notoriamente los adquirió de su madre y no de su padre.

           

—Lamento lo de sus padres, Capitán. No era mi intención incomodarlo.

—No se preocupe Mayor, no me inquieta. De mi padre sólo sé lo que mi familia me ha comentado y a mí madre mi memoria la guarda únicamente en cama, enferma.

—Cambiemos de tema, Capitán. —expresó Walter incómodo— ¿De niño quería ser soldado?

—¿Qué pregunta es esa? —lanzó Bernardo riendo— Desde pequeño juego con muñecos de soldados.

—Es que muchas veces es más por tradición que por deseo. En mi caso fue así.

—Bueno, ahora cuénteme sobre su vida, Mayor Davies. —comentó un Bernardo animado— ¿Cómo es eso que no quería ser militar?

—No quería, lo ha dicho. Pero los años me cambiaron el pensamiento. Ahora no me imagino una vida sin este uniforme. Sabe, mi padre peleó en el bando Confederado en la Guerra de Secesión. Yo tenía cuatro años cuando él se marchó hacia...

Iniciado el turno de Walter, Bernardo se encontraba extasiado. Durante su estadía en West Point, aún se encontraban presentes Oficiales que habían luchado en la Guerra Civil norteamericana y pasaba horas platicando con ellos.

Como un especializado en Historia Militar, amaba escuchar relatos de las experiencias de los mayores de edad que enfrentaron tiempos difíciles y las enseñanzas que les dejaron.

—…Cuando volvió a casa, llegó sin la pierna izquierda, sólo un dedo en la mano derecha y la cordura perdida.

—La guerra es algo terrible, Mayor.

—Así es. Por eso escogí ser Ingeniero y me ofrecí en proyectos civiles, Capitán —dijo Davies orgulloso—. Disfruto la aventura, pero también me gusta ayudar.

—Mayor, ¿de cuál generación se graduó en la Academia? Si puedo saber —preguntó animado el Capitán—. Yo me gradué en la del ochenta y dos.

—¡Vaya! Yo soy egresado de la ochenta —respondió sorprendido el estadounidense—. Compartimos un año juntos.

—Entonces, ¿fue compañero de George W. Goethals?

—¡Por él estoy en el Cuerpo de Ingenieros! —expresó con emoción Walter— Cuando nos graduamos dijo: si Davies no va conmigo, ¡olvídense de mí!

—Pues, parece que tenemos un amigo en común, señor Davies —pronunció Bernardo con una sonrisa en su rostro—. El mundo es muy pequeño.

—Eso parece, Capitán —finalizó el tema el Mayor levantándose del sofá—. Bueno, basta de charla y vamos a trabajar. ¿Tiene mapas de la zona?

 

La conversación entre ellos surtió el efecto que se había propuesto el Mayor Davies. Bernardo se encontraba más seguro y confiado para exponer sus ideas y propuestas en la planificación de la expedición.

Bernardo por su parte, comenzó a considerar que el sentimiento de amistad nuevamente revivía en su interior.

—Mayor, ¿sabe por qué lo acompaño al sur?

—Cuéntame… 

Capítulo V 🔜

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