Don Pelayo: El Origen de la Reconquista y del Reino de Asturias

Don Pelayo, Rey de Asturias en la batalla de Covadonga. IMAGEN MARVALEOD.

... El sol se ocultaba tras las cumbres asturianas cuando Pelayo miró al cielo por última vez antes de que comenzara la batalla. No buscaba en las nubes señales divinas, sino la certeza de que esa noche, si caía, lo haría como un hombre libre. A su alrededor, un puñado de hombres mal armados esperaban en silencio. No eran soldados profesionales, ni mucho menos un ejército. Eran pastores, campesinos, antiguos soldados visigodos que habían huido del sur… hombres cansados, pero dispuestos a pelear por su tierra.

Pelayo conocía el terreno mejor que nadie. Había elegido la garganta de Covadonga no por capricho, sino por estrategia. Allí, el paso era estrecho, flanqueado por paredes de roca y espesa vegetación. Si los musulmanes querían atraparlos, tendrían que entrar uno a uno, como ovejas al redil.

—Hoy no luchamos por un rey, ni por un reino —dijo Pelayo, su voz grave y clara entre los ecos de la montaña—. Luchamos por lo que queda. Por nuestras casas, por nuestras familias… y por lo que aún podemos ser.

Sus hombres asintieron en silencio. Desde la cueva que les servía de refugio, se oía ya el ruido de los enemigos acercándose. La expedición musulmana, enviada por el gobernador de Córdoba, contaba con cientos de soldados. Su comandante, un bereber llamado Alkama, no esperaba una verdadera batalla. Para él, aquello no era más que una escaramuza para sofocar a unos rebeldes de las montañas.

Pero no contaba con la decisión de Pelayo… ni con el poder del terreno...

La historia de España está tejida de leyendas, batallas y figuras que, a lo largo de los siglos, se han envuelto en el velo del mito. Uno de estos personajes fundamentales es Don Pelayo, considerado el primer monarca del reino de Asturias y símbolo del inicio de la Reconquista. Aunque las fuentes históricas sobre su vida son escasas y a menudo contradictorias, su figura ha perdurado como un estandarte de resistencia cristiana frente al avance islámico en la península ibérica.

El contexto de una resistencia

A principios del siglo VIII, la Península Ibérica vivía una transformación radical. En el año 711, las tropas musulmanas cruzaron el estrecho de Gibraltar y derrotaron al rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete. En apenas unos años, el dominio musulmán se extendió sobre la mayor parte del territorio peninsular, dando inicio al emirato de al-Ándalus.

Sin embargo, no toda la Hispania visigoda cayó. En las tierras montañosas del norte, especialmente en Asturias, algunos núcleos de población cristiana lograron resistir. Fue en este escenario donde surgió la figura de Pelayo (o Pelagius, en latín), un noble de origen visigodo que, según las crónicas, encabezó la rebelión contra los invasores musulmanes.

Infografía cronológica de Pelayo. IMAGEN MARVALEOD.

El enigma de sus orígenes

Los orígenes de Don Pelayo están envueltos en misterio. Algunas fuentes medievales, como la Crónica Albeldense, lo describen como hijo de un duque visigodo llamado Favila y lo sitúan como miembro de la guardia personal del rey Rodrigo. Sin embargo, otros textos son más escépticos y plantean que su ascendencia pudo haber sido más modesta.

Lo que parece claro es que Pelayo contaba con suficiente prestigio y autoridad entre las gentes de Asturias como para liderar un levantamiento. La tradición lo presenta como alguien que, tras huir del dominio musulmán, se refugió en las montañas y comenzó a organizar la resistencia desde Cangas de Onís.

El Rey Don Pelayo en Covadonga, por Luis de Madrazo y Kuntz. Museo del Prado.

Covadonga: mito y realidad

El episodio más célebre de la vida de Don Pelayo es, sin duda, la batalla de Covadonga, que las crónicas sitúan hacia el año 722. Según la tradición, un pequeño grupo de cristianos dirigidos por Pelayo se enfrentó y derrotó a una numerosa expedición musulmana en una cueva cercana a Cangas de Onís.

Aunque el número real de combatientes y la magnitud del enfrentamiento son objeto de debate, lo cierto es que este evento marcó simbólicamente el inicio de la llamada Reconquista: el largo proceso por el cual los reinos cristianos del norte fueron recuperando gradualmente los territorios ocupados por los musulmanes.

La victoria de Covadonga convirtió a Pelayo en líder indiscutible de la resistencia y, con el tiempo, en el primer monarca de un nuevo reino cristiano: el Reino de Asturias. Fue elegido rey por los suyos, y estableció su corte en Cangas de Onís, organizando una pequeña monarquía heredera del legado visigodo.

Mapa de la península Ibérica alrededor del año 750. Imagen Wikipedia.

¿Realidad histórica o construcción posterior?

Aunque Don Pelayo es una figura clave en la historia oficial de España, algunos historiadores cuestionan la veracidad de muchos de los relatos sobre su vida. Las fuentes primarias que lo mencionan son escasas y fueron escritas décadas o incluso siglos después de su muerte, lo que ha llevado a pensar que parte de su biografía pudo ser embellecida con fines políticos o religiosos.

La imagen de un héroe cristiano que, con ayuda divina, logra derrotar al invasor musulmán era extremadamente útil para los reinos cristianos posteriores, que necesitaban legitimar su lucha como una empresa justa y continuada desde los tiempos de la invasión islámica.

No obstante, más allá de los mitos, sí parece evidente que existió un líder llamado Pelayo que encabezó una rebelión en Asturias y que su figura fue lo bastante importante como para ser recordada por las generaciones posteriores.

Don Pelayo, Rey de Asturias, por Luis de Madrazo y Kuntz. Museo del Prado.

El legado de Don Pelayo

Don Pelayo murió hacia el año 737 y fue enterrado en la cueva de Covadonga, un lugar que con el tiempo se convirtió en santuario y símbolo de identidad asturiana. Su hijo Favila lo sucedió en el trono, dando continuidad al incipiente Reino de Asturias, que con los años se consolidaría como bastión cristiano y núcleo inicial de lo que acabaría siendo la España medieval.

Hoy, la figura de Pelayo sigue siendo objeto de estudio, veneración y debate. Para unos, es un héroe fundacional, para otros, un personaje magnificado por el relato nacionalista. Pero en cualquier caso, representa un punto de partida crucial para entender la historia medieval peninsular y el proceso que, siglos después, daría forma a los reinos cristianos de León, Castilla y más allá.

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