Cuando Tocaron la Puerta Trasera

¿Alguna vez les ha pasado algo ilógico que no le pueden dar una explicación razonable?

Creo que, en la mayoría de las personas, esta pregunta se responde con una afirmación. Hoy voy a comentarles un caso de esos en que la lógica no puede respondernos y nuestra parte más temerosa contesta apresuradamente. 

Hace un tiempo atrás me encontraba en la cocina de mi casa en compañía de mi hijo mayor.

La noche era ordinaria (09:30 aproximadamente) y no había ocurrido nada fuera de lo normal: Me encontraba platicando con mi hijo mientras preparaba unos ñoquis para la cena.

Al poco tiempo se nos unió mi hija menor que llegó desde su habitación y la conversación se hizo más agradable, charlando banalidades del día y asuntos cotidianos.

En un momento dado, el silencio se apoderó de la habitación cuando se escuchó como levemente tocaron tres veces la puerta que conecta con el patio trasero de la casa. Al principio creímos que se trataba de un gato, pero un animal no puede tocar la puerta casi en su centro.

Mi hija se levantó asustada, en tanto volvía a ver a su hermano con incredulidad. Dejé por un momento la cocina y me acerqué a aquella puerta. En ese instante el corazón se me aceleró.

Nuevamente tocaron la puerta tres veces en su parte central, esta vez con mayor fuerza.

No vamos a ponernos de valientes ni escribir mentiras; ¡los tres nos asustamos mucho!

Inmediatamente mis hijos corrieron a la sala de la casa; era normal, creían que era un asaltante que se había brincado la pared divisoria y probaba suerte para ver si alguien se encontraba en casa.

Sin embargo, las dudas se introdujeron a mi mente. ¿Cómo alguien iba a saltar una pared que sobrepasa los cuatro metros de altura y no hacer un bullicio que nos alertara? ¿Por qué no se escucharon unas maderas que se ubican en el suelo que se encuentra al frente de la puerta?

La luz del patio se encontraba encendida antes de que los hechos ocurrieran. Cuando me fijé por la ventana que se encuentra al costado de la entrada, no observe absolutamente nada ni a nadie. En eso supuse que el aparente ladrón se encontraba recostado a la puerta para no ser visto desde la ventana.

Le solicité a mi hijo traerme un hacha que mantengo en la casa en caso de requerirla (aunque nunca pensé utilizarla para amenazar a alguien). Al traerla y dármela, exprese unas palabras para permitir que la persona que se encontraba allí se marchara antes de cometer alguna estupidez producto de las emociones y el instinto de alerta.

No recibí ninguna respuesta ni hubo movimiento en el lugar. Tomé valor y en ese momento abrí la puerta esperando un encuentro con otra persona.

Pero no había nadie, ni un gato o mapache se veía en la soledad de ese espacio.

Mis hijos durante los momentos en que decidía abrir la puerta, alertaron a mis vecinos y familiares. Ninguno escuchó ni vio nada sospechoso desde sus hogares. El lote que se ubica en la parte trasera del residencial se encontraba vacío y tampoco notaron nada anormal.

Además de todo esto, en la parte trasera, en un costado y contiguo a la pared del fondo, tenemos unos cables que utilizamos para tender ropa durante el verano, los cuales no se observaban en movimiento. Sí algún invasor salió rápidamente de allí, por oficio tenía que pasar por esa parte del patio y moverlos, pero como lo mencione anteriormente, no se balanceaban en absoluto.

No encontramos lógica a este asunto y durante varios días pasamos alerta, esperando una nueva visita, pero esta no ocurrió.

Todos tratamos de ser lo más escépticos posibles y suponer que un animal nos había jugado una mala pasada; pero la mente siempre analiza más de lo que el sentido común figura.

Supongo que existen experiencias que, como humanos, no podemos darle una explicación lógica y que hay fenómenos poco ordinarios en el diario vivir; pero de lo que estoy seguro es que esa noche algo o alguien nos llegó a visitar y darnos un susto que mi familia recordará.

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