Aventurero del Bosque


Caminando en los profundos bosques inhabitados por cualquier humano a cientos de kilómetros, la noche ofrecía un ambiente lúgubre y tétrico que profesaba el más horrible pánico para cualquier persona ordinaria. Juan se encontraba solo, sin la compañía de otro ser viviente, la oscuridad era su celador. El sonido del viento rosando las ramas de los árboles e insectos que se unían con el ambiente, y a lo lejos la resonancia del picoteo de una madera… o al menos eso imaginaba.

Juan era un hombre viajero que desde su niñez amaba la aventura y siempre acostumbraba a deambular reservas forestales. La adrenalina que esto le producía, era acompañada por su nueva afición: grabar videos en el teléfono celular para subirlo a sus redes sociales.

Él no se consideraba una celebridad, ni mucho menos; pero sus videos cada vez más alcanzaban a un número mayor de seguidores que todas las semanas deseaban ver sus publicaciones y averiguar en donde se había metido en su último y arriesgado episodio.

Deambulando con una pequeña lámpara, decidió que era hora de dormir. Ya había grabado lo suficiente y sus piernas se encontraban exhaustas. En medio de la completa soledad, optó por armar su tienda de campaña en un terreno llano mientras a lo lejos, el picoteo de un árbol continuaba escuchándose remotamente.

No le dio mucha importancia y continuó con su tarea, la cual finalizó sin mayor demora.

Antes de conciliar el sueño, agarró su celular para mirar todos los videos que había grabado durante el día. En un momento, cuando sus ojos se cerraban, pudo escuchar el golpeteo de la madera nuevamente, acompañado por el sonido pesadas pisadas que quebraban hojas y ramas alrededor de su tienda. Lo que se encontraba afuera era muy grande y pesado; y a lo que distinguía, era un ser bípedo.

El golpeteo de la madera no era lo que pensaba.

El sonido que asemejaba como tal, era producido por un ser viviente. Al estar más cerca, podía diferenciar que esta extraña disonancia era acompañada por exhalaciones de la criatura.

Juan sintió verdadero terror.

En un instante, el aventurero bloqueó su teléfono para apagar su iluminación. Trataba de no hacer ningún sonido que pudiese alertar a la bestia que se encontraba a las afueras de su pequeño campamento, mientras profesaba oraciones de protección en lo interno de su ser.

—¿Qué es lo que se encuentra afuera? —se preguntó en la mente—. Por el sonido que producía la bestia, no podía distinguir de que especie se trataba, pero no era algo habitual en la zona; conocía las criaturas que habitaban en ella y nunca había escuchado un retumbo como ese.

El animal se detuvo frente a la entrada de su tienda.

Los sonidos emulados de su boca se detuvieron y pudo tener la sensación que la bestia se tornaba en cuclillas al tiempo que comenzaba a producir aspiraciones por, lo que Juan consideraba, la nariz. El hombre no sabía si ocultarse cómo un niño atemorizado dentro de la cobija que traía consigo o gatear lentamente para encontrarse frente a frente a la criatura.

La curiosidad ganó la partida de sus emociones.

Juan emprendió su trayecto tembloroso por el pánico y lentamente fue acercándose a la criatura. Al encontrarse su cara frente al sonido emulado, separado por la ligera tela de nylon de su tienda, las inhalaciones pararon.

La bestia detuvo las aspiraciones y se escuchó como comenzó a ponerse de pie.

El aventurero colocó su oreja pegada a la tela que lo protegía de la intemperie.

Una mano cortó rápida y violentamente la tienda de campaña realizando gritos desgarradores que Juan no tuvo tiempo de escuchar finalizar. Otra mano tomó su cabeza y en cuestión de instantes le fracturó el cráneo, sacando el inmóvil cuerpo de su escondite, ya inerte.

La noche continuó su trayecto normal a excepción del sonido que producía el crujir de los huesos y el desgarró de la carne de lo que fue una vez el aventurero en las redes sociales.

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