Mis Vidas Pasadas: III Eugenia
Otra vez vuelvo a mis noches de insomnio; siento preocupación por no poder dormir. En mi cabeza, comienzan nuevamente esos zumbidos que hacen que mis oídos se aturdan y pierda la concentración. Aun así, quiero volver a tener una nueva aventura y poder descubrir la vida de otra persona, y que tal vez… solo tal vez, yo pude ser parte. Me encuentro en mi cama; fue un largo día de trabajo. Es viernes y sé que mañana podré despertar un poco más tarde. Cierro mis ojos, y con una facilidad que no había tenido en mis anteriores experiencias, logro conectarme más rápido con otra persona, otra vida...
Nuevamente soy una niña. Me llamo
María, como casi todas las niñas de mi salón de clases. Me gusta sentarme al
frente de la sala porque atrás me siento nerviosa. Tengo pocas amigas, pero
disfruto mis ratos a solas. Me gusta leer libros, en mi casa tenemos muchos. Cuando
llego a ella, veo a mi hermana, ella es menor que yo por poca diferencia de
edad. Se llama María, al igual que yo. Mi madre nos llama por nuestros dos
nombres: María Eugenia y María Milagro. En este escenario tengo mucho más
acceso a datos que en otras experiencias no había podido obtener. Estoy en 1932
y tengo 8 años.
Me veo jugando con unas
muñecas en un salón muy grande, un ventanal se encuentra en el medio de este
espacio, sillones estilo wing de cuero café se encuentran en una posición circular y en su centro hay una mesita de madera con unos detalles muy llamativos en sus extremidades. Además, observo a un señor sentado: es mi padre. Se encuentra leyendo el periódico
mientras toma una taza de café. ¿Qué pasa Maru? Me pregunta. Me quedo viendo su
elegante traje y su bigote bien recortado; no puedo dejar de admirar a este
hombre. En ese momento siento como mi corazón se llena de felicidad: papá es un
hombre inteligente, educado y muy atento. A diario llegan varias personas a mi
casa para hablar con él de negocios. Trato de recordar que hace mi papá, aunque
no lo sé con exactitud, sí sé que pasa mucho tiempo fuera de casa y siempre trae
regalos para mi madre y nosotras, por eso no siento pena cuando se marcha.
El tiempo transcurre unos
años, ahora soy una adolescente que está en un colegio cerca de mi hogar. Mi
hermana Milagro también asiste al mismo colegio al que voy. Después de clases
nos vamos caminando hasta la casa, no sin antes comprarnos unos dulces en la
tienda que se encuentra en la esquina de nuestra cuadra. Mi vida es feliz y
completa. Con la edad que tengo, entiendo lo que hace mi papá para ganarse la
vida; tiene dos fábricas, una para curtir el cuero y otra de licores. Cuando él
está en casa, siempre nos obliga a comer juntos; la comida es sagrada y siempre
quiere que compartamos ese momento en familia. En las tardes salimos a caminar
al parque. Mi madre siempre orgullosa, presume al hombre que tiene por esposo,
mientras él la sostiene de su brazo.
Los años vuelven a pasar de
manera precipitada, ahora soy una mujer joven. No tengo novio desde hace mucho
tiempo, tampoco me desvivo por contar con uno; nadie es igual a papá, nadie es
lo suficiente bueno para igualarse a él. Por otra parte, pienso en mi hermana; está
casada. Conoció a un joven, hijo de un socio de mi padre que vive en Estados
Unidos. La extraño bastante y en las noches lloro por no tenerla junto a mí. Mamá
y papá siempre me alientan a divertirme y salir con mis amigas: - tal vez
puedas conseguir a un muchacho en esas reuniones…- dice mamá, mientras papá
hace una cara sarcástica en tanto lee el periódico.
Es 1951. Papá y mamá son ya
señores mayores; por mi parte yo me resigne a seguir mi vida sola. Mi hermana
nos visita; llega un miércoles, no puedo olvidarlo. Entre los regalos que nos
trae, viene el que considero el mejor de todos, mi sobrino Isaac. Al verlo, mi
mundo se vuelve a llenar de alegría, no quiero separarme de él. Milagro e Isaac
se quedan mucho tiempo en casa, pero no es para siempre. Cuando se marchan, mi corazón
se destroza… como quisiera poder tener un bebé pienso repetidamente. Los años continúan
y sigo al lado de mis papás. Mi hermana tuvo otro bebé, se llama William, como
su padre. Nuevamente nos visitan, pero mi atención es en Isaac, quien es casi
un adolescente. Es muy educado y un poco tímido, como yo. Casi no habla español,
así que hablamos en una mezcla de español e inglés.
Ahora estoy en 1977. Me encuentro en
el funeral de papá. ¿De que murió? Falleció acostado en la cama, al lado de
mamá. Dios lo llamo a su lado. Un hombre como él no se ve a diario por acá y mamá
llora desconsolada. Sus 55 años de matrimonio se interrumpieron por el destino
y la voluntad divina. Poco tiempo después mamá también fallece en la casa. Ella
no quería dejar la cama en la que compartió su vida al lado de papá, siempre durmiendo con el espacio vacío que dejó su partida. Me siento tranquila, porque sé que
ellos ya están juntos. Pasa nuevamente el tiempo, es 1984. Aunque Milagro me pidió que me
fuera a vivir con ella a Estados Unidos después de la muerte de nuestros padres,
nunca lo acepte. Este es mi hogar, aquí crecí y aquí moriré… le dije en una ocasión.
Camino por los pasillos de mi
casa, los pisos son de mosaico color amarillo y negro; al final de uno de estos
pasajes hay un espejo, al ver mi reflejo, mi mente física se separa del cuerpo
de Eugenia y puedo tener la voluntad de tocarme, sentir mi piel y mi cabello,
pero solo por un instante y nuevamente, como si mi mente hubiese quedado en blanco,
me uno con ella en un solo ser. Es 1986, estoy enferma, me encuentro en un
hospital. De un tiempo para atrás me ha aquejado mucho mi estómago y los dolores se
fueron agudizando. Un doctor me dice que tengo cáncer y que ya no se puede
hacer nada, es muy tarde. Con lo que me dejó papá pude vivir cómodamente estos
años. Llamé a un señor llamado Martín, quien es hijo de una amiga. Martín es
abogado, le pido que me ayude para dejarle el patrimonio de la familia a mi
sobrino Isaac. Como en las otras vidas, nuevamente comencé a tener la sensación
que mi muerte estaba próxima, pero estoy tranquila, pronto estaré con mis papás
en el cielo.
Cuando pude abrir los ojos, me
levanté de mi cama y dirigiéndome a la sala de mi casa, me senté en el sofá a
pensar por mucho tiempo en esta existencia que mi mente recreó y en lo
reciente que fue. Si bien no lo mencione anteriormente, la vida que transcurrió
esa noche en mí, ocurrió en mi ciudad, cerca de donde vivo. Nunca he querido
saber más sobre Eugenia y si fue una persona real. Sin embargo, tiempo después,
estando cerca; visite la residencia donde ella vivió. La experiencia que tuve
esa noche, hizo que llegara al sitio de manera intuitiva y sin demoras. Al encontrarme
donde la vivienda existió; donde Eugenia estuvo con sus padres, las lágrimas se
apoderaron de mí, no pude contenerlas. Sentí como si regresara a mi hogar, con
mi familia, que una vez más volví al lugar donde fui feliz. Aunque el lugar conserva
la misma fachada, el tiempo y la sociedad han cambiado, pues allí ya no hay
casas, solo comercios.
El éxtasis se apodero de mí y para ese momento, ya me
encontraba completamente convencido que lo todo lo ocurrido en este tiempo
habían sido recuerdos de mis vidas pasadas.
Comentarios
Publicar un comentario